La práctica de la impredecibilidad frente a la vida

Cómo estar muerto/Como estar muerto – Manuel Ferrari, 2008


I

La noche y sus precursores

 

El parpadeo anticipa el escape final (pero, ¿por qué llamarlo escape?) y alberga un tipo de extravío: un muchacho se baja del colectivo donde se supone debe bajar pero, en la noche, los lugares no son los mismos y, por ello, las personas, en un cierto nivel en modo alguno definitivo —creerlo así implicaría entregarse a un determinismo telúrico y arquitectónico, sin embargo, de todos modos, ¿cómo algo así no nos afectaría?—, también cambian de estado —en los inviernos sin sol de las latitudes extremas la depresión amenaza con el paso de cada jornada de oscuridad; el alcohol y la violencia, formas complementarias de la paradoja, imponen su ley, una forma decadente del absurdo.

No sabía cruzar la calle: el segundo de oscuridad y el segundo de luz, que son el segundo de la autonomía del sueño y el segundo de la respuesta a la creación por la luz, duplicación de lo visto y de un soCómo estar muerto-Como estar muerto 2lipsismo inextricable. El sol matinal y el inicio de un suspenso. No debe inducirse del hecho alguna clase de inactividad o de actividad abúlica, más bien el secreto conocimiento de la inevitabilidad de una imaginación —esto es, también, de la memoria y de al menos una de las formas de la historia— que debe prescindir de la visión clara —aunque ésta no sea más que un engaño o una imposibilidad a la que podemos, de todas formas, aproximarnos—, es decir, que requiere de la noche. Inevitabilidad biológica de la oscuridad. Inevitabilidad ontológica del absurdo; y, es visible, lo absurdo, que siempre roza la destrucción o, más bien, la desintegración, también, al mismo tiempo, puede significar una vitalidad. Continuar leyendo